"Siempre te reencuentras con quien amaste en el pasado"

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martes, abril 10, 2012

Los juegos del hambre - Kiss

(U.U, Queja: parece que el tema de los besos me sigue por todas partes últimamente).


¡Hola, gente linda! espero estén muy bien. Sí, ya sé, sé muy bien que estoy llegando a mis últimas acciones fan de LJDH, pero es que me divertí tanto leyendo esto - es decir, me reí un buen rato -, que no pude resistirme, además, siendo este es un blog personal, gracias a Dios, puedo escribir cualquier locura que se me antoje, ^_^, ¿me acompañan?


Comenzamos...


Buscando en Internet, encontré un artículo, sobre lo que los actores decían cuando les preguntaban como había sido besar a X o Y en X o Y película y, sí, ¡adivinan...! Los juegos del hambre también entró, este es el coment:


Josh Hutcherson fue muy caballero al describir sus besos con Jennifer Lawrence en 'Los Juegos del Hambre'. Según confesó: 'estuvo muy bien. Jennifer Lawrence es hermosa, así que no puedo quejarme'. Gracias por la honestidad.


Por cierto, si leyeron la reseña de la película, sabrán que tanto me gustó a mí también, el susodicho beso. Les pongo los TV Spot donde aparecen y unas imágenes (CUIDADO: SPOILER!)

Enjoy!



Pero si solo ver la cara del pobre en la imagen 1, en lo personal, con esa carita, yo no podría negarme...





Les dejo por último un fragmento del libro, que me hace sonreír, mientras leía esto, me daban ganas de meterme al libro y cuidar de Peeta hasta que mejorase (con todas las atenciones requeridas, ¡por supuesto!):

—¿Peeta? —susurro—.  ¿Dónde  estás? —No  me  responde.  ¿Me  lo  he  imaginado? 
No, estoy segura de que era real y de que estaba cerca—. ¿Peeta? —Me arrastro por la 
orilla. 

—Bueno, no me pises. 

Retrocedo de un salto, porque la voz viene del suelo, pero sigo sin verlo. Entonces 
abre  los  ojos,  de  un  azul  inconfundible  entre  el  lodo  marrón  y  las  hojas  verdes. 
Ahogo un grito y me recompensa con la fugaz visión de sus dientes blancos al reírse. 
Es lo último en camuflaje; Peeta tendría que haberse olvidado del lanzamiento de 
pesos  y  haberse  dedicado  a  convertirse  en  árbol  en  plena  sesión  privada  con  los 
Vigilantes. O en canto rodado. O en una orilla embarrada llena de malas hierbas. 

—Cierra  otra  vez  los  ojos —le  ordeno.  Lo  hace,  y  también  la  boca,  y  desaparece 
por  completo.  La  mayor  parte  de  lo  que  creo  que  es  su  cuerpo  está  debajo  de  una 
capa de lodo  y  plantas.  La  cara  y  los brazos están tan  bien disfrazados  que  resultan 
invisibles.  Me  arrodillo  a  su  lado—.  Supongo  que  todas  esas  horas  decorando 
pasteles han dado por fin su fruto. 

—Sí, el glaseado, la última defensa de los moribundos. 

—No te vas a morir. 

—¿Y quién lo dice? —Tiene la voz muy ronca. 

—Yo. Ahora estamos en el mismo equipo, ya sabes. 

—Eso  he  oído —responde, abriendo  los  ojos—.  Muy  amable  por  tu  parte  venir a 
buscar lo que queda de mí. 

—¿Te cortó Cato? —le pregunto, sacando la botella para darle un poco de agua. 

—Pierna izquierda, arriba. 

—Vamos a meterte en el arroyo para que pueda lavarte y ver qué tipo de heridas 
tienes. 

Primero,  acércate  un  momento,  que  tengo  que  decirte  una  cosa. —Me  inclino 
sobre  él  y  acerco  el  oído  bueno  a  sus  labios,  que  me  hacen  cosquillas  cuando  me 
susurra: — Recuerda  que  estamos  locamente  enamorados,  así  que  puedes  besarme 
cuando quieras. 

Gracias —respondo,  apartando  la  cabeza  de  golpe,  pero  sin  poder  evitar 
reírme—. Lo tendré en cuenta

Al menos es capaz de bromear. 

(...)
—A la de tres —le aviso—. ¡Una, dos y tres! —Sólo consigo que ruede una vuelta 
completa  antes  de  pararme,  por  culpa  de  los  horribles  sonidos  que  está  haciendo. 
Ahora está al borde del agua, quizá sea mejor así—. Vale, cambio de planes: no voy a 
meterte dentro del todo —le digo. Además, si lo consigo, quién sabe si después podré 
sacarlo. 

—¿Nada de rodar? 

—Nada. Vamos a limpiarte. Vigila el bosque por mí, ¿vale? 

No  sé  por  dónde  empezar:  está  tan  cubierto  de  lodo  y  hojas  apelmazadas  que  ni 
siquiera  le  veo  la  ropa...,  si  es  que  la  lleva  puesta.  La  idea  me  hace  vacilar  un 
momento,  pero  después  me  lanzo.  Los  cuerpos  desnudos  no  importan  mucho  en  el 
estadio, ¿verdad? 

(...)

—Trágate  esto —le  digo,  y  él  se  toma  la  medicina  como  un  chico  obediente—. 
Debes de tener hambre. 

—La verdad es que no. Qué raro, llevo días sin tener hambre —responde Peeta. 
De hecho, cuando le ofrezco granso, arruga la nariz y vuelve la cara. Entonces me 
doy cuenta de lo enfermo que está. 

—Peeta, tienes que comer algo —insisto. 

—Sólo servirá para que lo devuelva. —Lo único que consigo es obligarlo a comer 
unos  trocitos  de  manzana  desecada—.  Gracias.  Estoy  mucho  mejor,  de  verdad. 
¿Puedo dormir un poco, Katniss? 

—Dentro de un momentito —le prometo—. Primero tengo que mirarte la pierna. 

Con  todo  el  cuidado  del  mundo,  le  quito las  botas,  los  calcetines  y  después, 
centímetro a centímetro, los pantalones. Veo el corte que ha hecho la espada de Cato 
en la tela sobre el muslo, pero eso no me prepara de ninguna manera para lo que hay 
debajo. El profundo tajo inflamado supura sangre y pus, la pierna está hinchada y, lo 
peor de todo, huele a carne podrida. 

Quiero huir, desaparecer en el bosque como hice el día en que trajeron al hombre 
quemado a nuestra casa, salir a cazar mientras mi madre y Prim se encargan de algo 
que yo no tengo ni el valor ni la habilidad de curar. Sin embargo, aquí no hay nadie 
más  que  yo;  intento  imitar  el  comportamiento  tranquilo  de  mi  madre  cuando  tiene 
un caso especialmente difícil. 

—Bastante feo, ¿eh? —dice Peeta, que me observa con atención. 

—Regular —respondo,  encogiéndome  de  hombros  como  si  no  fuese  gran  cosa—. 
Deberías ver a algunas de las personas que le llevan a mi madre de las minas. —Me 
contengo para no añadir que  suelo  huir de la casa siempre que trata algo más grave 
que  un  resfriado.  Bien  pensado,  ni siquiera  me  gusta  estar  cerca  de  la  gente  que 
tose—. Lo primero es limpiarla bien. 

Le  he  dejado  puestos  los  calzoncillos  porque  no  tienen  mala  pinta  y  no  quiero 
pasarlos por encima del muslo herido; bueno, vale, y también porque la idea de que 
esté  desnudo  me  incomoda.  Es  otra  de  las  habilidades  de  mi  madre  y  Prim:  la 
desnudez  no  tiene  ningún  efecto  en  ellas,  no  hace  que  se  avergüencen.  Lo  más 
irónico es que, en este momento de los juegos, mi hermanita le sería más útil a Peeta 
que  yo.  Coloco  mi  trozo  de  plástico  debajo  de  él  para  poder  lavarlo  del  todo.  Con 
cada  botella  que  le  echo  encima,  peor  aspecto  tiene  la  herida.  El  resto  de  su  mitad 
inferior  está  bastante  bien,  sólo  una  picadura  de  rastrevíspula  y  unas  cuantas 
quemaduras pequeñas que le trato rápidamente. Por otro lado, el corte de la pierna..., 
¿cómo demonios voy a curarlo? 

—¿Por qué no lo dejamos un momento al aire y...? —dejo la frase sin acabar. 

—¿Y después lo curas? —responde Peeta. Es como si sintiese pena por mí, como si 
supiese lo perdida que estoy. 

—Eso. Mientras tanto, cómete esto. 

Le  pongo unas peras secas partidas por la mitad en la mano y vuelvo al arroyo a 
lavarle el resto de la ropa. 

Una  vez  la  tengo  puesta  a  secar,  examino  el  contenido  del  botiquín;  son  cosas 
bastante  básicas:  vendas,  píldoras  para  la  fiebre,  medicinas  para  el  dolor  de 
estómago. Nada del calibre de lo que necesito para curarlo. 

—Vamos a tener que experimentar —admito. 

Sé  que  las  hojas  para  las  rastrevíspulas  acaban  con  la  infección,  así  que  empiezo 
por ellas. A los pocos minutos de apretar la sustancia verde masticada en la herida, el 
pus  empieza  a  bajarle  por  la  pierna.  Me  digo  que  es  buena  señal  y  me  muerdo  con 
fuerza el interior de la mejilla, porque estoy a punto de echar fuera el desayuno. 

¿Katniss? —dice Peeta. Lo miro a los ojos y sé que debo de tener la cara verde—. 
¿Y ese beso? —me dice moviendo los labios, pero sin emitir sonido alguno. Me echo a 
reír, porque todo esto es tan asqueroso que no puedo soportarlo—. ¿Va todo bien? —
me pregunta, en un tono más inocente de lo normal. 

Hasta aquí el post, espero les guste... (yo sé que yo lo disfruté) ¡Cuídense mucho, amigos y sueñen bonito! (Después de escribir esto, estoy segura que yo lo haré).

¡Saludos!




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